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  • Jorge Arturo Mirabal Martínez

COMPETENCIAS Y DESTREZAS COMUNICATIVAS EN LA PLANIFICACIÓN DOCENTE DE LA FORMACIÓN UNIVERSITARIA


¿Pueden los discursos en torno a las disciplinas de la comunicación y la educación integrarse en un nuevo espacio emergente de conocimiento?

La comunicación es un proyecto epistemológico en construcción. La noción de competencia(s) es uno de los rostros más visibles de la didáctica contemporánea. El discurso continúa representando la expresión más acabada del control y del poder social, pero también, de la(s) identidad(es), de la crítica, la resistencia, el cambio y los mundos posibles. Todo esto se puede contextualizar en ese tiempo-espacio que parece ser el último reducto de una revolución cultural por venir: la universidad. Universidad, discurso, competencia(s) y comunicación… ingredientes para un debate urgente sobre la inteligencia del siglo XXI.


Comunicación/Educación: un espacio emergente de conocimiento.

La educomunicación, definida como toda acción comunicativa en espacios educativos, realizada con el objetivo de producir o desarrollar ecosistemas comunicativos por Ismar de Oliveira Soares, aspira, según ideas de Agustín García, a dotar a toda persona de las competencias expresivas imprescindibles para su normal desenvolvimiento comunicativo y para el desarrollo de su creatividad.


La simbiosis entre comunicación y educación, nos lleva a considerar la emergencia de problematizar ambas nociones desde los principios de transdiscursividad y transdisciplinariedad (Aparici, 2010). La comunicación y la educación no sólo se cruzan a través de los lenguajes (aparatos narrativos) que las configuran expresivamente y que les dan sentido, sino que se ven también atravesadas por los componentes cognitivo-reflexivos desde los que cada disciplina produce y aplica conocimiento.


Comunicación y educación, pues, para constituirse como un nuevo y emergente campo disciplinario, requieren abrirse, abrir sus esquemas para que su campo sea cruzado (y con ello, reconfigurado) por la otra disciplina: comunicación y educación haciéndose mutuamente, construyéndose cognitivamente de manera simultánea. Esta tarea supone un tejido complejo y sistémico de los actores de ambos campos académicos.

Lo de hoy, lo de mañana, en el campo de la comunicación educativa, apunta hacia un enfoque integral en la construcción de esa nueva disciplina que suponga a ambas, las hibride, las entrecruce transdisciplinariamente, y así, haga emerger un tercer producto, una suerte de síntesis.


Comunicación/Educación: nuevo constructo para un campo disciplinario común

Las prácticas de comunicación/educación, escenificadas en espacios institucionales, mediático-tecnológicos y socio-comunitarios, representan la zona de mediación entre una institucionalidad (regulación de los comportamientos sociales) una gramaticalidad cultural (modos de hacer y de pensar aprendidos a través de la experiencia organizada) y la subjetividad (articulación entre experiencia y lenguaje) del agente de las prácticas. La mediación de estas tres dimensiones produce sentidos y significados, sujetos y subjetividades, además de articular a la educación con la comunicación y viceversa.


En el marco de reflexión, el vincular las nociones de comunicación y educación con la de competencias supone el reto de avanzar hacia la construcción de un modelo educativo de competencias, modelo de comunicación/educación, basado en la relación comunicativa entre los sujetos de aprendizaje y los saberes socialmente disponibles. Para esto, debe asumirse a la comunicación como un fenómeno de relación-vinculante (comunicante) de los conocimientos (dispersos). El integrar el conocimiento representa el esencial sustrato de una competencia comunicativa como proyecto viable para la reforma del pensamiento y de la educación.


Mario Díaz Villa, argumenta que la competencia profesional, en su dimensión objetiva, es una construcción social ligada a todos los procesos que la construyen, legitiman y jerarquizan; se configura a través de prácticas de interacción (enseñanza-aprendizaje), y su logro o desarrollo se asocia a fines objetivos relacionados con el saber y el hacer dentro de contextos específicos, así como a criterios de actuación o desempeño verificables y demostrables.


En su dimensión subjetiva, la competencia es intrínseca al sujeto, quien la posee y la desarrolla; esta, se relaciona con rasgos y factores subjetivos de la persona (futuro profesionista, en el caso del proceso educativo universitario) y tiene que ver con la forma en que el sujeto se vincula con los objetos de conocimiento y aprendizaje.


Para la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, la competencia debe definirse desde tres ámbitos:

  • Competencia profesional (conjunto complejo y dinámico de atributos que caracterizan a un profesional en pleno ejercicio, que le permiten actuar en plena autonomía en una amplia variedad de situaciones propias de su campo a través de la percepción, anticipación y solución de problemas)

  • Competencias Profesionales (rasgos genéricos que contribuyen a la configuración de la competencia profesional. Pueden reflejar el estatus actual del ejercicio de las profesiones o sus posibilidades futuras en campos emergentes de conocimiento o de la sociedad)

  • Competencias Laborales (rasgos específicos identificables y previsibles de funciones desarrolladas actualmente en el campo laboral) (UASLP. 2007, pp. 29-30)

La institución afirma que esta “nueva tendencia hacia las competencias” apunta hacia la facilitación en la inserción de egresados en la vida productiva y ciudadana, además de la migración de una educación basada en la enseñanza y en el docente a otra educación basada en el aprendizaje y el estudiante.


El programa educativo universitario de Ciencias de la Comunicación (UASLP) orienta el sentido de la competencia hacia dos categorías: el Saber para qué y el Saber qué de la profesión. El Saber cómo queda en tercer término. Formar bajo el modelo de competencias representa, entonces, simultáneamente, poder ser comunicólogo a partir del sentido trascendente del perfil profesional, conociendo (saberes, destrezas y actitudes) los objetos propios de su ámbito de intervención en el espacio de la cultura. La competencia como un hacer-saber-hacer, al menos en el plan de estudios, no es prioritaria para la formulación del perfil de los futuros comunicadores de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Para esta licenciatura, la competencia como conocimiento emana de una relación dialéctica entre la praxis, la cognición y el discurso.


Cuando la competencia no se adjetiva, asume una función verbal, entonces, se define como un pensar, como un decir o como un actuar. Para el currículo universitario de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, la competencia se abstrae, no a partir de los desempeños, sino de los objetos de conocimiento y sus formas expresivas. En el discurso curricular analizado, las competencias se describen, principalmente, como un saber qué (saber-hacer-saber).


El discurso sobre competencias en los textos curriculares estudiados, se contextualiza en el propio ecosistema universitario; de él surge, de él se nutre y se reproduce la idea de la competencia como noción y como núcleo organizador de un tipo específico de práctica educativa. Desde el saber, como constructo primordial, el discurso se emplaza en el ámbito de los desempeños, situando las competencias como destrezas operativas cuyos destinadores y destinatarios son, simultáneamente, los campos laboral y profesional.

El perfil general del egresado de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí no se diseña, preferentemente, desde los esquemas reflexivos del campo educacional y desde los esquemas de representación del campo de la cultura, sino desde los esquemas operativos del campo profesional laboral.


Competencia como un pensar o como un decir o como un actuar

La competencia como un pensar “se aprehende” como un conocimiento proposicional (representación), la competencia como un decir “se aprehende” como un conocimiento proposicional y como un conocimiento interpretativo (expresión), con el mismo énfasis en ambos casos (idénticas frecuencias); la competencia como un actuar “se aprehende” como un conocimiento proposicional, como un conocimiento procedimental (actuación) y como un conocimiento interpretativo. Es entonces, en torno a esto, que el diseño de la competencia como acto reflexivo podría integrar, con equiparables niveles de énfasis, la significación de los aprendizajes y la concreción práctica de los mismos. Como acto discursivo, la competencia podría incorporar en su confección curricular el principio de aprender a hacer, con el mismo grado de importancia otorgado al aprender a aprender y aprender a significar.


Volviendo al caso del programa educativo de la carrera de licenciado en Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de San Lui Potosí (UASLP), este se concentra en la abstracción y la expresión de un perfil de egreso sin el necesario correlato de los contextos sociales de desempeño de la profesión. El sentido del currículo se estructura a partir de los objetos de conocimiento y del para qué de la disciplina; el saber cómo queda en suspenso. La noción de competencia se aborda en profundidad desde el recurso gramatical del adjetivo: la competencia se califica, se determina, pero, sobre todo, se relaciona con sujetos, objetos y procesos sociales para justificar la incorporación de un nuevo modelo educativo: el de competencias.


Hablando de manera general de los planes de estudio analizados (cinco, de la oferta curricular de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí) cada disciplina o campo de conocimientos fija los saberes, destrezas y actitudes (saber qué) que le son propios; los desplaza hacia los contextos sociales del desempeño profesional (saber cómo); y del sistema de valores dominante en la sociedad (sentido común), extrae el discurso potestativo y desiderativo del saber para qué de sus egresados.


El modelo de competencias no está sirviendo como un eje de organización conceptual de los proyectos educativos de la universidad; se le emplea más como un formato discursivo de código homologado, que como núcleo detonador de representaciones, reflexividad y praxis. No existe, en general, una aproximación crítica (intencionalidad-interpretación-sentido) al concepto de competencia. Lo que suceda o deje de ocurrir en los programas académicos de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí impactará de forma significativa en la sociedad potosina, así como en cualquier comunidad a donde llegue un egresado de la UASLP. Al hablar de impacto hablamos de cambio(s). Cambio social y cambio cognitivo. Mentalidades perfiladas desde un currículo, orientadas hacia contextos múltiples, donde han de objetivar su capital intelectual en la forma de relaciones intersubjetivas y mediante procesos de intercambio simbólico (procesos comunicativos).


La planificación educativa universitaria trasciende la misión institucional del ente escolar, las expectativas y demandas de los grupos sociales hacia la educación superior, las vocaciones e intereses de estudiantes y egresados. Planificar la enseñanza y el aprendizaje es vector clave del cambio histórico para cualquier sistema social


Quizá la universidad sea uno de los pocos espacios desde los cuales resulte posible reconstruir una visión del tejido social que le otorgue sentido al dominio histórico de existencia. Se trataría de convertir el dominio universitario en el ámbito social de conocimiento donde toda cuestión cabe, donde todos caben. Sitio de confluencia de personalidades múltiples, de las aspiraciones más disímbolas, de cosmologías antagónicas, receptáculo de la materia prima para un ejercicio sistemático de diálogo entre los distintos, ágora donde negociar posiciones y definir apuestas. Esto, siempre que en la universidad aprendamos a extender nuestras fronteras hacia todo el mundo de lo social, incorporándolo al recinto académico para que ahí, el alumno reconozca su mundo y se reconozca en él, actué en él y sepa que educarse no es sino aprender a ser-siendo en los demás.


El campo de la Comunicación crece de manera desorganizada. ¿Qué hacer para intervenir con acciones conjuntas que planifiquen la enseñanza y la investigación de la comunicación académica en México? Órganos como el Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación (CONEICC), la Asociación Mexicana de Investigación de la Comunicación (AMIC) y el Consejo de Acreditación de la Comunicación (CONAC), están en ello y su trabajo es siempre una buena noticia. Nosotros proponemos un frente que vaya al corazón del campo: el currículo. Lo que haya de hacerse se hará ahí, desde ahí. Y ya en los planes de estudio, ¿partir de dónde? Del elemento que vertebra y organiza la trama de la enseñanza, el aprendizaje, la generación y aplicación del conocimiento: la Teoría, en este caso, la Teoría de la Comunicación. Estamos convencidos que es la Teoría, su aprendizaje y revisión permanentes, la que compete a la Universidad, la que la legitima como espacio social privilegiado de producción y difusión del pensamiento trascendente, la que la distingue de la oferta de capacitación exclusiva para el desempeño laboral.


En México, como en Latinoamérica, existen razones para suponer que el campo académico de la comunicación sigue redefiniéndose en el lugar común del mediacentrismo, con los modelos críticos de los setenta como herramienta fundamental de análisis y sin apuestas claras por una planeación campal que marque rumbos alternativos a la enseñanza y el aprendizaje de las ciencias de la comunicación.



Mirabal, J. (2013). Competencias y destrezas comunicativas en la planificación docente de la formación universitaria latinoamericana: estudio de caso [Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid]. Catálogo CISNE – Biblioteca Complutense


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