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  • Óscar Alejandro Montero García

Elegía Cuántica



Cuando escuchamos la palabra “Patrimonio”, regularmente pensamos en monumentos, estatuas o piedras. Hay también quien lo asocia a la herencia familiar y lo imagina como esa caja metálica de galletas, que perteneció a la abuela y que, según se dice, está llena de centenarios de oro cuando si se llegara a encontrar en realidad, estaría llena de estampitas religiosas y relicarios que no detendrían ni el COVID-19.


En realidad, para algunos estudiosos, el Patrimonio de un pueblo lo conforma también las creaciones y expresiones de las personas que han habitado en él. A principio de este pandémico año, una de las plumas más cínicas y experimentales, tenía formación científica, escribió su propio epitafio en redes sociales: bueno, creo que llegó el momento de la despedida, marcó, una vez que entras al COVID, ya solo eres una hoja seca que arrastra el vendaval, escribió también y entró a uno de los hospitales del pueblo, en dónde después de una hora de haber sido entubado, falleció.


Rodeado por un peculiar halo que, ahora deducimos quienes platicamos el asunto, él mismo fomentó y jamás se preocupó en develar, su biografía tiene distintos orígenes, como ocurre con algunos míticos personajes. En particular, a mí me platicó sobre su infancia en las calles de la Ciudad Juárez cuando fungían como burdel de los texanos, antes de los setentas. Me dijo que había nacido allí. Pero hay quien señala que nació en Tamaulipas, en La Chona o en cualquier otro punto de la frontera, porque así se los había contado él. Entonces, sin que nos percatáramos de ello la leyenda se fue formando, eso sí, siempre con la aguja de la brújula señalando al norte.


Compañero en eventos culturales, presentaciones de libros y estrenos teatrales. Pero también en cantinas (el mítico Chivas, inmortalizado en una de sus narraciones), antros y otro mítico lugar del estimado Carlos, El Cabo, llamado Las bóvedas, en la calle de Bolívar.


Fue en alguno de esos eventos, en alguno de esos lugares, o quizás fue en todos los eventos y en todos esos lugares al mismo tiempo que el Dr Barbahan me regaló en mano a Jesusito (Publicación de autor en 2000) del que el mismísimo Washington Post señalara: Un libro bien chingón, tal como aparece en su contraportada. Y me regaló a Jacinto, el cazador de ballenas (Publicación de autor en 2011) con una fantástica definición sobre el autor, plasmada en la contraportada: Un Bukowsky de rancho, revelado por Los Angeles Times.


El patrimonio cultural de un pueblo, entonces, lo forja su gente, esa gente que camina por las calles de su centro histórico. El Dr Barbahan no solo caminaba por esas calles, también las andaba en bicicleta. Escribía sobre ellas. Deja de legado, para quien se interese en su obra, un blog identificado con su nombre de autor, en donde se pueden encontrar obras inéditas, como él señala en la entrada, escritas desde el año dos mil y hasta la fecha. También, circulan sus ejemplares que, al ser ediciones de autor, habrá menos oportunidades de encontrar.


La leyenda creció y con su epitafio en redes, ahora cabalgará en el presente. Sumemos entonces al Patrimonio cultural de nuestro centro histórico esa figura que medio encorvada, con la greña lacia y la barba de días, andará recorriendo sus lugares favoritos, incluidas las librerías, en busca de una nueva narración. O quizás en busca de aquel osado y novel escritor que; al descubrir su figura, lo siga para escribir de y sobre él. Sí, ahora la obra del Dr Barbahan es parte de nuestro Patrimonio cultural.


Gracias al estimado Cuco, el otro mítico científico escritor y divulgador científico conocido también como el Falsh, por las informaciones compartidas para escribir esta Elegía. También, gracias a Edén y al Vindria, por la información y el chisme. Ahora, en la tumba descansará Miguel Armando Alvarado Alejo. Porque el Dr Barbahan seguirá pululando entre nosotros. Dios salve a la reina y al régimen fascista… porque no hay futuro para ti, no hay futuro para mí. (Sex Pistols, en 1977) San Luis Potosí, enero del fatídico 2021.

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