Los centros históricos constituyen un documento vivo de la evolución y el desarrollo, de las costumbres y forma de vida, y es contenedor de las funciones sociales de un colectivo humano de un período determinado. Es una muestra estratificada de los cambios, tanto estilísticos como funcionales, que el hombre ha ido infringiendo a lo largo del tiempo a las estructuras urbanas. La ciudad antigua se ha mantenido ocupada por siglos y sus habitantes la han ido transformando para adaptarla y modificarla a las condiciones de vidas imperantes en cada época.
Para lograr de manera efectiva la restauración y revitalización integral del centro histórico, deben cumplimentarse los siguientes aspectos:
Que exista voluntad y determinación por parte de los decisores políticos a la máxima instancia de gobierno.
Establecer un cuerpo legal que garantice la protección, conservación y salvaguarda del patrimonio cultural.
Crear mecanismos jurídicos que garanticen la continuidad de los proyectos los que generalmente quedan interrumpidos o se modifican con los cambios de gobiernos en los territorios.
La implementación de un plan de un manejo y gestión que permita su sostenibilidad y la generación de beneficios para su autofinanciamiento.
Figura 1. Visita de turistas al Centro Histórico.
Figura 2. Actividades gastronómicas y de servicios en el Centro Histórico
Un estudio previo de esta entidad como conjunto y su articulación y relaciones con el resto de la ciudad.
La delimitación precisa de la zona a proteger (Área afectada) y de la Zona de influencia (Zona de amortiguación) a su alrededor que garantice la protección de los valores en él contenidos.
El centro histórico debe integrarse de forma armónica, coherente y planificada a la estructura general de la ciudad.
La inserción de actividades que permitan devolverle el nivel y la jerarquía perdidos, posibilitando la satisfacción de las necesidades de la población que ocupa esta zona, acorde con los requerimientos de vida actuales.
Un enfoque social expresado en el rescate de su patrimonio, con la permanencia de la función habitacional y de la población residente del sitio, que impida los procesos de expulsión y segregación o gentrificación, por la exclusividad y el alto costo de las nuevas viviendas obtenidas en los planes de rehabilitación urbana.
Figura 3. Viviendas Rehabilitadas en el Centro Histórico para la población residente.
Figura 4. Actividad del Centro de Atención Personas de la Tercer Edad en el Centro Histórico
La participación social de la comunidad que habita o se apropia de estos sitios que también le pertenecen.
Lograr un reconocimiento colectivo de los valores del centro histórico que permita despertar en la conciencia social ciudadana el interés por el cuidado de estos bienes.
La labor divulgativa de los valores históricos, culturales y sociales es una tarea fundamental para alcanzar este empeño, en cuyo cuidado, conservación y protección, la ciudadanía ocupa un papel principal.
La conservación del centro histórico es una tarea social, no basta sólo con establecer y crear grupos de técnicos y especialistas encargados de elaborar y ejecutar los planes maestros y los proyectos de restauración y rehabilitación sino se involucra a la población en la tarea.
La ciudad histórica no puede ser concebida como una “zona museo”, estática, contemplativa, carente del dinamismo que le imprime el ser humano que la vive con la realización de sus actividades cotidianas.
Figura 5. Actividad con la comunidad en un museo del Centro Histórico.
Figura 6. Los niños se apropian del espacio público del Centro Histórico
Nuestros centros históricos constituyen testimonio y documento del pasado y herencia cultural; forman parte del tejido urbano de la ciudad, son un ente vivo, dinámico, cambiante, que se proyecta hacia el futuro; combinar de manera efectiva la solución de los problemas actuales y perspectivos, constituye el reto que debemos asumir con creatividad, sin que pierdan su esencia y autenticidad.
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