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  • Diana Lee

REFLEXIÓN


A veces despierto y he olvidado el presente. Pienso que sería un buen día para ir al parque y caminar un poco, pero al abrir la ventana y ver a las personas caminando por la calle con sus mascarillas la realidad me viene de pronto como si fuese un golpe ¡nada es como antes!

Nuestras vidas cambiaron de la noche a la mañana, el mundo que conocíamos hoy ya no existe. De por sí ya era bastante difícil vivir en un lugar lleno de violencia, entre tantas cosas malas ahora también debemos temerle a algo que no vemos ¿cómo podemos protegernos ante un enemigo invisible?


Al principio el caos, la paranoia y la incertidumbre se extendieron por las calles, los centros comerciales terminaban abarrotados por las compras de pánico que se generaban en exceso, como si pensaran quedarse en casa por mucho tiempo.


Íbamos iniciando el año cuando el titular “Primer infectado en México” bombardeo las noticias sembrando terror en la sociedad, muchos afortunados (debo decir) pudieron resguardarse en sus casas, iniciando así este nuevo estilo de vida donde nos ocultamos para seguir viviendo.


Los que no corrían con las mismas oportunidades y necesitaban salir para mantener a sus familias lo hacían con miedo; miedo de salir y no volver. Y es que, aunque se utilizaran mascarillas el estar a salvo no era seguro.


Otros permanecieron ignorantes y continuaron como si nada pasara, no fue hasta que tuvieron que vivirlo en carne propia que pudieron quitarse la venda de los ojos y saber que estaba pasando… de esta manera sus familiares y seres cercanos también recapacitaron; ¿es necesario perder a alguien para que puedas cuidarte? Porque este virus no solo enferma a uno, ya no se trata solo de cuidarte a ti, no solo estas exponiendo tu vida, si no la de otros… la de tus seres queridos.


Sin embargo, un pequeño sector de la sociedad que no corre con la misma suerte que otros tuvo que sufrir en las calles, siendo ignorado como siempre, abandonados en las calle como si no valieran nada, pero el dinero, el lujo y las propiedades no son nada, es lo que llevamos dentro y compartimos con otros lo que nos hace valiosos.


Un día por azares de la vida tuve que salir a la calle, fuera de una tienda comercial veo a un hombre hurgando en la basura, de pronto sonríe porque al parecer encontró algo para comer, vuelve su mirada al cielo y sonríe. No tiene nada, pero a la vez lo posee todo “la felicidad” con esas cualidades tan sencillas del alma es que deberíamos vivir cada instante de la vida. Hoy que no sabemos si mañana estaremos vivos, olvidar el pasado disfrutar el presente sin saber el futuro.


Esta pandemia ha llegado para quedarse, usemos este momento para encontrarnos a nosotros mismos y replantear que tan necesarios somos para el universo. La tierra necesitaba un respiro, recordemos que es nuestro hogar y lo hemos maltratado a niveles cuestionables… ella podría sobrevivir sin nosotros, pero nosotros no podemos hacerlo sin ella.


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